LA AGENDA PERDIDA DE LIMA VERDE
Por David Roca Basadre
La propuesta de Lima Verde de la alcaldesa Villarán pudo ser de acercamiento a la gran población popular que votó mayoritariamente por el sí. Pero restringir esto a arborización, áreas verdes, parques zonales, ciclovías, conservación de lomas y cuencas, sin integrar estas acciones en un rediseño mayor, no permitió ubicarla entre las prioridades populares.
Lima Verde es – no lo dudamos – un importante esfuerzo y pionero en la ciudad, aporte de la gestión de Villarán. Sin embargo, el mérito de la novedad no lo ha librado de un característico estilo distante que es también el sello de la misma gestión.
De lo que se debería tratar para lograr Lima verde, en realidad, es de apuntar a una ciudad sostenible, integrada al territorio, que prevea las consecuencias de su crecimiento, y también de los efectos que causa su demanda de abastecimiento a otras partes del país (huella ecológica).
Se trata, también, de integrar la gestión del riesgo a todos los aspectos de la vida de la ciudad, con la posibilidad de empoderar a los ciudadanos en organizaciones vecinales que tomen conciencia de lo que necesitan no solo – pero también – para que no les caiga el techo por la cabeza si hay sismo, sino para saber qué es lo que se puede y qué lo que no se debe hacer allí donde cada uno vive.
El programa Barrio Mío es un ejemplo de labor a media caña, que pudo haber sido una trocha; pero el imperturbable diseño de gabinete oenegista le impidió plasticidad y amplitud. Hecho para lograr participación que permita a la gente generar espacios articulados de comunidad, con el agregado de muros de contención en laderas que sí son valorados, no logra enganchar con el sentir de los pobladores que no ven con claridad el interés del proyecto y además solo alcanza a un porcentaje ínfimo de gentes.
La educación ambiental debió ser parte importante de un proyecto de Lima verde, pues es urgente tener logros abundantes. En los años ’80 la gestión de Barrantes empató con una dinámica organizativa poderosa de recién migrados andinos, sobre todo, pero que el terrorismo y veinte años de neoliberalismo – siempre aliados – lograron pulverizar. Hoy son los tiempos del individualismo extremo, del sueño del auto propio y la tele 3D, con tarjeta de crédito: no hay para cocinar, pero se ve pelis comiendo galletas de agua.
Y son los tiempos mediáticos. La gestión de Susana Villarán redujo el presupuesto de publicidad de la municipalidad y eso no solo fue error de comunicación, sino que se privó a la gestión de movilizar y motivar y dar la pelea al adversario fenicio que divide a las gentes, y así dar poder a todos para defender sus intereses. Fue peor que un error, fue una tontería.
Con tales medios de diseño general, organizativos y mediáticos se debió generar conciencia acerca de las problemáticas diversas de adecuación en los asentamientos poblacionales, desarrollar consignas organizativas, facilitar mecanismos para el desarrollo de actividades de cuidado del entorno, promover dinámicas autosostenidas en los espacios y la readecuación de los mismos, organizar mecanismos de denuncia, luchar contra la ocupación de espacios por la urbanizadoras y otros abusivos, defender entre todos – y no solo amparados en una dudosa acción policial – por ejemplo las cuencas amenazadas.
Si se hubiera actuado así, no habría habido desastre – grande o pequeño – en las obras del río Rímac, el problema en La Parada hubiera sido realmente problema de todos, sabríamos que Lima no aguanta tanto automóvil y el reordenamiento urbano sería demanda urgente. Entenderíamos que la violencia urbana requiere enfrentarse en parte con represión, en parte con prevención, pero también modificando los entornos de la promiscuidad y la pobreza que son fuente matriz de psicopatías y neurosis.
Sabríamos, finalmente, que Lima no es solo Lima sino que se come a un tercio del país y que debe asumir esa responsabilidad, integrándose activamente al proceso de descentralización, porque también le conviene.
Lima verde debe ser una propuesta mayor, no solo una suma de pequeños o más grandes programas sin conexión. Eso se le pasó de largo a la alcaldesa Villarán.