Por David Roca Basadre

El incremento de sueldo a 25 mil soles de la señorita Quispe, prima de Nadine Heredia, en la SUNAT es escandaloso y vergonzoso. Dice la señorita en cuestión lo que suelen decir muchos de los que asumen ese tipo de cargos: que en la empresa privada pagan más y que dada su capacitación, etc. se merecen ese sueldo.

Discrepo. La función pública en cargos de confianza como el de la señorita Quispe debe ser solo para quienes tengan vocación de servicio. Parte del drama de los peruanos es que estamos en manos de funcionarios que asumen cargos tan solo por el aliciente del ingreso mayor y no para servir, que es aquello para lo cual son convocados.

La señorita Quispe defiende con ardor su incremento salarial al que llama pequeño porque es de 1500 soles, que corresponde – solo el incremento – a dos salarios mínimos vitales. Monto con el que viven muchas familias de este desigual país. No la culpo, finalmente su argumentación es la del egoísmo que sustenta la lógica de la sociedad a la que sirve, y en la que está sumergida, hecha de privilegiados que tienen como sentido común medir mérito y estimar derechos en función a pretendidos méritos que conceden por sí mismos más derechos.

Se ha perdido hace tiempo la premisa de que a más posibilidades, mayores obligaciones, lo que debería ser la lógica porque el privilegio es siempre un don social. Y se le ha sustituido por la exaltación del éxito individual y la deificación virtual de mitos personales a los que se llama a admirar más por lo que tienen y por lo que parecen, que por lo que valen en sí mismos.

En ese contexto disgregador de la vida social, donde miles de individuos solitarios y perdidos de si mismos se abocan al consumo y a la frustración del no consumo, donde todo tiene precio y las solidaridades no pasan del espacio estrecho del mundo inmediato, suena razonable la argumentación de la señorita Quispe.

Pero si cambiamos los parámetros, si entendemos la vida social como la confluencia de un gran yo colectivo y solidario, no solo entre personas sino también con todas las formas de vida y lo que les da sustento, entonces en ese contexto la función pública – tan necesaria – se convertiría en lo que debe ser, en servicio, que es en lo que está llamada a reconocerse si se rediseña la sociedad de lo que es hoy, a otra donde el bien común sea la razón explicita y consensuada que organice su existencia.

Allí, ese tema del sueldo que compite con el sueldo enorme del privado, no tiene sentido. El funcionario que viene a servir no repara en eso, tiene lo que puede tener para estar tranquilo, y aporta para su comunidad. Es el privilegio de servir el que alegrará sus mañanas y el de su familia.